domingo, 11 de septiembre de 2016

Me robaron la mente, todo lo creado desapareció en segundos. Pero era la crónica de un robo anunciado y del tiempo como testigo. Y fue precisamente este implacable testigo el que me inyectó imágenes de erotismo utópico, tangible en un rostro y cuerpo que estaba completamente fuera de la vanguardia del espacio. Decidí utilizar algo más allá de mis simples músculos ópticos, el resultado: Una realidad fugaz. Mi mente fue robada, utilizada, movida, desordenada, así la encontré, así me la regresaron y yo me di cuenta que perdí el instructivo hace mucho. Fue en momentos breves, un agradable regreso a casa, donde uno de mis anfitriones era un tacto tímido, con intención, pero abrumado por ciertos ojos en el cielo. Un tacto que nunca llegó a madurar en mi piel, que guardé en aquel baúl de los recuerdos, con el riesgo de no volver a encontrar la llave jamás. Con el miedo en la piel, durante unos breves segundos, pude sentir que mi cuerpo, mi piel más viva que nunca regresaba a casa. Pero nuevamente mi mente sin ningún punto de regreso, volvió a doler, a gritar en el silencio. Estaba rota, sin tiempo y espacio, solo con cúmulos de expectativas bajo un puente donde se ofrecía el último optimismo, ese que nunca llegó. Una vez más mi mente hace que recoja mi cuerpo cual fénix que se vuelve a armar de las cenizas. No sé de qué manera se arme nuevamente mi cuerpo, donde hay una mente racionalmente desarticulada, donde lo que pudo ser duele, donde lo que no fue deja un vacío en el cual no se puede volar.

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