el deste del tiro: mayo 2008

Este el la primera parte de tres de un cuento llamado: "Las Sirenas del Bosque"

Las Sirenas del Bosque
(Primera Parte)

Se dice que el espíritu le pertenece a Dios, mientras que el cuerpo, pertenece a nosotros mismos.

La interminable duda de algunos hombres como yo, es saber de dónde vinimos y por qué merecemos lo que tenemos. Poseemos una mitad formada de recuerdos y otra formada de desvanecidas experiencias que sentimos, reflejamos y vivimos en este mundo terrenal. Compartimos un espacio en el universo donde a veces traemos una carga de años pasados, que sólo entendemos en otro nivel de conciencia, ese nivel donde convergen el equilibrio divino y nuestra razón de ser.

Me acuerdo con todo detalle de ese día, jamás pensé que podría caminar tan libre a través de ese bosque. Pero mientras caminaba y me adentraba en ese espacio, donde se respiraban tristezas, alegrías, fracasos, dudas, seguridades, amor y odio, pensaba en aquellos seres que habían pasado por ahí, y cuántos faltaban por pasar. Cuando decidí entrar, noté que estaba lleno de dudas y miedos, todos los olores del bosque llegaban a mí y me confundían. Era muy fácil desviarse del camino, era sencillo perderse, pero tenía que confiar en el olfato que me fue designado. Era necesario seguir, no podía dar marcha atrás. Me acuerdo de todos los olores presentes, pero uno en particular me abrazó y fue el que percibí más fuerte. Entonces me dejé guiar por ese seductor y a la vez desconocido aroma.

Sabían perfecto que haría caso a semejante invitación. Ante esto no me rehusé y seguí persiguiendo ese olor. Abrí mis oídos, agudicé mi vista, mantuve en letargo aquellos gritos que querían asomarse por mi garganta. Entonces me acordé que alguna vez alguien me dijo: “cuando se observa, no se habla”, entendí que el hablar interrumpe con la verdadera misión de observar y como resultado, te pierdes.

Estaba seguro del camino, sin embargo caí un par de veces, pero seguí adelante, fue lo que aprendí de una valiosa lección de hace ya algunos años atrás. Mantuve mucho tiempo mi andar, ya que somos lo que caminamos. Pero cuando más seguro estaba del camino, el olor que había seguido durante horas insaciables, se transformó. No lo podía creer, mi brújula, aquello que me guiaba, el olor, se convirtió en una música de encanto, la cual al igual que a mi olfato, sedujo a mis oídos como si los conociera a la perfección. No pude resistirme, ¿cómo ir en contra de nuestros sentidos?

Ya estaba anocheciendo, los rayos de luz que penetraban los escasos huecos que dejaban los árboles entre sí, se enfriaban, convirtiéndose en luz naranja. No cabe duda, era la señal. El día estaba cansado, necesitaba retirarse para dar paso a la noche.

Los confines que la oscuridad oculta se iluminaban por la fuerza de los rayos de una luna agresiva, brillante, una luna que llevaba en sí, la misión de no desamparar a sus hijos: Los seres de luz.

Mis ojos se cerraban pero mi cuerpo no quería dormir, poco a poco el silencio del bosque me abrazaba y me arrullaba haciéndome parte de un silencio negro.

Era víctima de una lucha de titanes entre mi sueño pesado y mi hambre de seguir adelante. Por un lado quería dormir, entrar en ese mundo onírico que tanto nos gusta a los seres humanos. Pero a la vez no quería, no estaba dispuesto a perder esa música que tanto bien hacía a mis oídos extasiando mis sentidos. La aceptaba, aún cuando no podía saber de donde venía o quién la tocaba.

Decidí dormir un poco, un par de minutos, eso me daría las fuerzas para continuar y descubrir al autor de esa música celestial.

En esos momentos, sin saberlo, el mundo en el que me había adentrado estaba cambiando. Quizá lo percibía, pero al reconocerme como ser humano mis sentidos dominaban, alejándome de la sabiduría de conocer un mundo mucho más exacto, donde los errores son materia de olvido. El mundo cambió ante los ojos de mi subconsciente más no ante la mirada necia de mi conformismo humano.

Al despertar de ese sueño sentí un cambio en la música, esas notas bellas las mismas que había estado siguiendo, se desvanecían dejando en su lugar notas oscuras, obscenas, que perforaban mi alma. En el interior no quería seguir, quería pararme y exigir que se me regresasen aquellas notas que le daban calor a mi alma. Pero me di cuenta que no había nadie en los alrededores, era yo exigiéndome a mí mismo, que me dejara de debilidades, que sacara mi verdadera fuerza y convicción para seguir adelante, siguiendo esa música obscena, gris, completamente fría. En ese momento entendí que me estaba perdiendo, lo que no entendía ni sabía, era cómo podría salir en caso de que ese frío tan gris penetrara mi piel y alcanzara las venas y arterias de mi ser, dejándome en una transmutación hacia el olvido.

Ante esto mi cuerpo decidió caminar, mi alma comenzaba a sangrar por causa de una perdición inevitable. Mi cuerpo, esa coraza que se me dio al nacer para proteger un alma que ya había visitado el plano terrenal más de una vez, se dejaba guiar por esas notas místicas, oscuras, ásperas, pero a la vez seductoras, como si fuesen una sirena evocando el cántico mortífero que seduce a los marineros llevándolos a una muerte segura.

Conforme pasaba los límites de la oscuridad, mis ojos seguían tristes esperando una reacción que me llevara lejos de ese vacío, pero no llegó. Mi cuerpo seguía siendo acariciado y seducido cada vez más por esa música, llegó un momento en que sentí el grito de derrota de mi alma, dominada por la mentira y el mundo que mis ojos estaban creando para alguien más.

Perdí mi alma un par de horas, no la escuchaba, la sentía muy débil y en otro nivel. Pero llegó el momento en que la música dejó de hacerme soñar y a través de mis ojos que estaban manipulados, mi alma pudo despertar y ver que estaba en el principio del fin. En ese momento revivió y su despertar fue desgarrador, arañó cada parte de mis entrañas y mi carne asegurándose de que el dolor fuese lo suficientemente profundo que mis ojos no lo resistieran, y de esa manera aislar el cántico de una muerte anunciada.

La música dejó de escucharse, mis ojos humanos ardían y me exigían respuestas, querían ver de nuevo ese mundo de mentiras, sensual y a la vez irresistible, en el instante mismo en que mi alma renacía de las cenizas de mi soberbia. Centré la atención en mis ojos espirituales haciendo a un lado los humanos, el resultado fue impactante.

Repentinamente comenzaron a salir del centro del bosque cientos de puertas, algunas con espejos, otras emitían olores únicos, nunca antes experimentados por mis sentidos y en otras más, se escapaban las mismas notas sublimes de la tentación que me había llevado hasta ese punto. No sabía cuál era el siguiente paso, mi alma se fusionó con los miedos y las dudas de mi cuerpo, y fue entonces cuando entendí que uno no podía funcionar sin el otro.

No sabía que puerta tomar, no tenía idea del tamaño de dragón que me esperaba detrás de cada una de ellas, mi alma estaba dispuesta a pelear, pero el enemigo no estaba a simple vista, estaba mucho más allá de lo que podía ver, oler o escuchar.

Era obvio, mi enemigo estaba en cada uno de mis sentidos, abrazándome con miedos, inseguridades y dudas que hacían de mi cuerpo, el refugio perfecto para hacer crecer su ejército de dragones. Es difícil pelear cuando no podemos vernos, cuando no podemos sentirnos o reconocernos, y mucho menos cuando no nos entendemos a nosotros mismos.

Completamente abrumado por los hechos que vivían mi cuerpo y alma, el aliento de cada uno de los dragones, se fusionaba con las mortales notas de las sirenas en el bosque que mi enemigo me había mandado. Mi alma estaba desgarrada, fue el resultado de aquella feroz batalla, donde mis ojos humanos se derrumbaron ante la escasa verdad de su realidad. De pronto, 7 seres aparecieron ante mí, eran los hijos de la luna, eran los seres de luz. Los recuerdo, eran muy altos, sus cabellos eran del color del oro, que brillaba con mucho más fuerza de la que nuestros simples músculos ópticos pueden llegar a captar. Sus ojos tenían ese mismo brillo, su mirada era potencialmente sabia, dura, pero a la vez pacífica.

En ese mismo instante, cada parte de mi cuerpo tanto lo espiritual como lo carnal, se enfocaron en un sólo punto: Mis ojos. Era como si no quisieran perderse esa experiencia, como si necesitaran absorber toda esa grandiosidad y llevarla como estandarte para derrotar a los enemigos renacientes.

De pronto, silencioso como una sombra, mi enemigo se movía alrededor. Un estallido repentino de aquellas notas grises, frías y obscenas, se apoderaron de mis oídos y ojos para que no pudiera escuchar ni ver la sabiduría que estaba justo frente a mí, y que era claro que tenía algo que decirme. Inyecté fortaleza en mi sangre para poder ver y entender la sabiduría que me quería hablar. Mediante un par de segundos pude mantener mis ojos humanos y espirituales enfocados en estos seres de luz. El tiempo fue suficiente para ver como uno de ellos empuñó una espada de oro, la cual, en vez de metal tenía una flama azul.

Este ser de luz jaló mi mirada hacia la suya, la envolvió y en el acto, levantó la espada haciendo que todas aquellas notas que cerraban mis esperanzas, callaran al unísono. Bajo ese silencio tan perfecto, ni siquiera las voces de mi enemigo se atrevieron a hablar, dejando así, el tiempo perfecto para la reflexión.

Entonces mi enemigo levantó su cuerpo con las quemaduras que le proporcionó mi seguridad en ese acto de silencio y reflexión. No podía estar seguro de que ese fuese el fin de mi enemigo, era sólo un tiempo de refuerzo. Tenía que encontrarlo de nuevo, estaba escrito, nací con su cordón umbilical, nací bajo sus leyes y fue el trato que hice en otra dimensión, en otro tiempo con los Seres de Luz.

En ese breve instante que congelaba los brazos del tiempo, mi mente reflexionó, gracias a la luz que estaba recibiendo, pero no era fácil, mi enemigo había dejado grandes y profundas marcas que al igual que el fénix, resurgían de las cenizas que el fuego de mi verdad había dejado a simple vista.

Después de ese enfrentamiento, los seres de luz marcaron mi camino, sabía que tenía que seguir sus instrucciones. Lo hice pero no al pie de la letra como hubiese querido, ya que mi enemigo seguía vivo y me robaba atención. Uno de los seres de luz, aquel que levantó su espada y silenció los desgarradores cánticos de las sirenas del bosque, se acercó y me miro fijamente a los ojos. No hubo diálogo, sólo unos ojos mortales que admiraban a otros divinos y mucho más sabios, fue ahí cuando entendí que tenía que seguir y recuperar esa arteria tan importante de mi alma llamada: Seguridad interior.

La mirada que el ser de luz dejó en mi mente, la utilicé como el impulso de mis nervios, de mis músculos, de todos los elementos que formaban mi cuerpo para entender un mundo en el que escasean las respuestas, pero esto es simplemente porque exigimos muchas respuestas las cuales no tienen preguntas.

Alguna vez leí que los seres humanos posiblemente somos parte del sueño de otro ser superior que está dormido, fuimos creados por una mente mucho más desarrollada, exclusivamente para ese momento tan especial en la vida onírica de cada ser: Soñar.

Los sueños son esperanzas para los hombres, pero el verdadero éxito del sueño está en el cómo soñamos y lo que soñamos. No puede existir un sueño sin camino, cada uno debe de tener su ruta para poder ser alcanzado por la persona que lo desea. Para mí, esos sueños crecieron más y más desde el encuentro con los seres de luz. Descubrieron en mí muchas cosas que como simple mortal desconoces, me dieron información tan exacta y primordial de lo que era antes.

Ante la confusión que provocó la revelación de tanta información, mi enemigo desnudo de armadura, pero con su arma en las manos, comenzó a ganar terreno disparando a matar cada una de mis ilusiones y devorando cada vez más la confianza en mí mismo.

En ese lapso de tiempo, no puse atención en la verdadera intención de mi enemigo, sólo pensé en lo bien que se sentía haberlo derrotado. Ante mis ojos, las sirenas del bosque que en un principio eran las que me guiaban hacia una muerte anunciada, entonaron cánticos especiales que dormían a mis dragones. Se convirtieron en una especie de hadas que eran las protagonistas de cuentos para dormir dragones. Eso me costó la cordura de mi visión, es parte de esa expectativa errónea que he tenido hasta estos días. Las sirenas del bosque callaron su cántico, dejaron de ser hadas por un minuto, se respiraba miedo, se escuchaba la soledad de una lucha sin comienzo, la claridad de las cosas se veía nublada y llevaban a una visión insegura y confusa. Ese fue el minuto dónde mi enemigo resucitó.

Después de este suceso, todo regresó a la normalidad, pero el grito de guerra de mi enemigo, se encarnado en el subconsciente de mi alma y en ese momento entendí que tenía que volverlo a enfrentar, no sabía dónde ni cuando, sólo vivía con el miedo de que ese día llegara.